Cómo afrontar una separación de pareja cuando hay hijos
El incremento notable de divorcios en nuestra comunidad hace que, inevitablemente, nos planteemos qué pasa con los hijos. No me refiero a los temas legales, cuya competencia es de otros profesionales, sino a cómo afrontar esa separación para que sea lo menos dolorosa y traumática posible.
Suele escucharse, como razón para seguir adelante con la relación, que se quiere evitar que los hijos sufran. Es cierto que el ambiente más propicio para los pequeños es que la relación familiar sea estable, tranquila, respetuosa, pero si esto no va a lograrse manteniéndose la pareja, es preferible que se produzca la separación. Los niños necesitan sentirse seguros y cuando presencian discusiones, tensión en los padres o cuando el modelo familiar que les transmitimos no es adecuado, estamos dañando su desarrollo afectivo.
Cuando en la pareja hay infelicidad, es percibida por todos, incluidos los hijos. Aunque no presencien discusiones o conflictos, el estado de ánimo se transmite. No olvidemos que los niños aprenden de nuestros ejemplos, de nuestras acciones, más incluso que de nuestras palabras.
¿Qué recomendaciones podemos dar?
- Mantener todas las conversaciones y negociaciones necesarias para concretar la separación sin que los hijos lo sepan. Sólo cuando se tenga claro cómo continuará todo, podrán hablar con ellos. La incertidumbre sobre lo que ocurrirá les causa mucha ansiedad, por lo que, cuanto menos se deje al azar, mucho mejor.
- Cuando se decidan a hablar con ellos, lo ideal es que ambos padres estén juntos. De este modo se evita que los niños lo perciban como una situación de dos bandos o unilateral (aunque así fuese, ellos no deben saberlo).
- No deben darse más motivos que el hecho de que papá y mamá han decidido que ya no son felices juntos y que por eso van a separarse. Explicarles que no tiene nada que ver con ellos, que ambos los quieren muchísimo y que van a seguir queriéndolos.
- Nunca hay que tener discusiones o conversaciones sobre la separación o los trámites legales delante de ellos. Tengan en cuenta que estarán alertas a cualquier señal o palabra por lo que hay que extremar las precauciones y tratar de esos temas cuando ellos no estén.
- Es mejor explicarles cómo serán las cosas a partir de ese momento: dónde vivirán, con quién, cuándo verán al otro progenitor.... Siempre dejando muy claro que los sentimientos hacia ellos no van a cambiar en absoluto y que tanto papá como mamá seguirán siendo siempre sus padres.
- Hay que animarlos a que pregunten lo que necesiten saber y que expresen sus pensamientos y sus emociones en relación a la noticia. De este modo evitaremos que su angustia sea mayor y fomentaremos la confianza para hablar acerca de lo que les preocupe.
- No se debe hablar mal del otro progenitor ni permitir que nadie (familia o amigos) lo haga delante de los hijos. Recordemos que para ellos ambos son sus padres y los quieren y necesitan a los dos. Si el padre o la madre necesita desahogarse, debe recurrir a otros adultos para ello.
- No hay que caer en la tentación de buscar el apoyo en los hijos, como si hubiera que “ganarlos”, ni mucho menos recurrir al chantaje emocional. Cuando se vayan con el otro progenitor, hay que mostrarse bien, sin tristeza o enojo, de forma que los niños no piensen que abandonan al padre/madre que se queda. No tenemos derecho a hacer que se sientan culpables por pasar tiempo con uno de sus padres. Al contrario. Que los niños tengan una buena relación con ambos es necesario para su buen desarrollo emocional.
- Fomentar el contacto con el/la ex no es “perder” a los hijos. Los hijos crecen y con el tiempo entenderán cosas que de pequeños sólo guardaron y registraron. Puede volverse en contra nuestra intentar alejarlos de su padre/madre. Ellos tendrán sus propias conclusiones y opiniones y no deben sentir que fueron manipulados. A corto plazo la persona manipuladora se saldrá con la suya, pero es cuestión de tiempo que se vuelva en contra de ella.
- Cuando los hijos vuelvan de estar con su padre/madre no hay que interrogarles sino hacer preguntas abiertas del tipo “¿qué tal lo has pasado?” para que ellos cuenten lo que les parezca. Si se hacen demasiadas preguntas sólo conseguiremos que los niños no respondan y se sientan angustiados.
- Si se da el caso de que el padre o la madre incumple sus obligaciones con ellos, hay que evitar el sufrimiento a los hijos. Ellos no necesitan saber si llega o no llega la pensión alimenticia. Si, por ejemplo, se incumple con la visita, es mejor animarlos y salir con ellos, buscando alguna excusa como “tendrá mucho trabajo”. Por supuesto, se deben tomar las medidas oportunas o mantener las conversaciones que se consideren necesarias, pero siempre al margen de los hijos.
- En el caso de adolescentes, suele haber cierta tendencia a culpar a uno de los padres. También intentan indagar las razones de la separación. Siempre hay que fomentar que pregunten lo que necesiten pero en relación a los motivos, sólo mantenerse en que ya no son felices, que no quieren seguir juntos y hacerse daño...Los hijos deben juzgar a los progenitores por la conducta que tengan hacia ellos y no por lo que ocurra entre sus padres.
- Si se muestran reticentes a estar con el padre o la madre, hay que hablar con ellos para que expliquen sus motivos. Ambos progenitores deben saberlo pues es responsabilidad de ambos el bienestar y la educación de sus hijos. No hay que obligar a esas visitas, pero tampoco dejar de hacerlas. Con los adolescentes es mejor negociar. Tal vez no quieran ir con su padre/madre el fin de semana porque tienen planes con sus amigos, por ejemplo. Es mejor, entonces, ver el modo de verse alguna tarde o algún día para almorzar.
No olvidemos que los hijos no son de nuestra propiedad, sino que, como decía Saramago, nos son prestados “para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos”.